Esto me ha enseñado que siempre existen personas buenas y agradecidas y otras que a pesar de tratarles con amor son mal agradecidas. De todas maneras debemos perdonarlas y amarlas.
Hoy también tuve una linda sorpresa. Cuando Llegue a casa encontré a Elías el misionero alemán que estaba rebajando con Ana y María Elisee en un documento para una misión muy importante para el Ecuador, Mañana les contare sobre esta iniciativa pedida por Dios. En todo caso, Elías había visto mi futbolín y la mesa de ping pong en el cuarto de juegos. Cuando llegue este misionero, que se parece a San Pablo, me reto a jugar los dos juegos. Con caridad acepte divertirle a este buen hombre de Dios de 60 años. Para mi sorpresa comenzamos a jugar futbolín y me metió un gol rapidísimo. Resulto ser un súper deportista y tuve que esforzarme para poder ganarle. Después fue igual con el ping pong en donde el me gano el primer partido. Es increíble la alegría de este misionero de Dios. Mas allá de su intimidante presencia de un hombre santo, me demostró que la santidad se puede ver también en la alegría de compartir cosas sencillas y comunes como un juego. De hecho recuerdo que Juan Pablo II jugaba mucho juegos con los jóvenes y de esta manera compartía mucho tiempo con ellos.
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